Justos del Holocausto

En un contexto tan inhumano como el del Holocausto, unos cuantos hombres justos superaron el miedo y se aprestaron a salvar la vida de cuantos judíos pudieron. Oskar Schindler es el más famoso por la película que le dedicó Steven Spielberg. Pero hay otros héroes de aquellos terribles días, como el español Angel Sanz Briz, el mexicano Gilberto Bosques o el brasileño Luis Martins de Souza, a quienes se recuerda en el 60 aniversario de la caída del nazismo.

«Jardín de los justos»

 

En Jerusalén existe un jardín donde está plantado un árbol por cada uno de los héroes, más o menos anónimos, que ayudaron a salvar vidas del Holocausto nazi durante la Segunda Guerra Mundial, en el que murieron unos 6 millones de judíos, así como miles de gitanos, homosexuales y comunistas.

La idea fue de este «Jardín de los justos» fue de un judío-polaco, Moshe Beski, una de las 1,200 personas de la famosa Lista de Schindler, el empresario alemán que utilizó sus contactos con el régimen nazi para hacer pasar por trabajadores insustituibles en sus fábricas a judíos de que de otra forma hubieran acabado en las cámaras de gas.

Bejski socorrió económicamente a su héroe, Oskar Schindler. Lo recibió en Israel tras el juicio de Eichmann y, viendo que Alemania tardaría en reconocer el valor del creador de aquella fábrica de «trabajadores esenciales» quiso que el Estado hebreo fuera una segunda patria para su salvador.

Buen conocedor de «cuántos recursos y energías poseen los seres humanos para resistir al mal», este polaco de Dzialoszyce -un pueblo cercano a Cracovia que acogió a comerciantes y artesanos judíos en el siglo XIV-, presidió la Comisión de los Justos en el memorial de Yad Vashem, primer organismo del siglo XX que se ocupó de la memoria del bien realizado durante un genocidio, y después dedicó su vida a encontrar y recordar a las personas que salvaron a judíos del holocausto, logrando encontrar a mas de 14 mil.

«Justo entre las Naciones» es un honor que concede el Museo del Holocausto a personas no judías que se arriesgaron por el bien de otros durante este período tan triste de la Historia.

Un español en Budapest

  
Si de algo valen las cifras en este terreno, el diplomático español Angel Sanz Briz podría estar a la cabeza de esta lista de los hombres justos del siglo XX, ya que se calcula que su mediación durante su etapa de embajador en Budapest salvó la vida a alrededor de 5,200 judíos húngaros.

«Salvó a millares, muchas veces con el riesgo de su propia vida, porque salía por las noches a las casas de donde le llamaban para socorrer a la gente amenazada por las redadas», recordaba la viuda de Sanz Briz, Adela Quijano, durante el homenaje que se le tributó en 2001 a este «Schindler español».

«Eramos jóvenes, y mi marido se arriesgó muchísimo para socorrer a la gente amenazada por las redadas», recuerda la viuda de Sanz Briz, que trabajó en Hungría desde 1942 a 1944, una época en la que 600 mil judíos fueron deportados del país.

En esa época, Sanz Briz exprimió al máximo las posibilidades del telegrama de Asuntos Exteriores que le autorizaba a defender a los empleados judíos de la Embajada, ya que la gran mayoría de los judíos de Budapest era askenazi, es decir originarios de la Europa Central.

 

El propio Sanz Briz relató en el libro «Los judíos en España», de Federico Ysart, la forma en que pudo ayudar a tanta gente.

«Conseguí que el Gobierno húngaro autorizase la protección por parte de España de 200 judíos sefardíes (…) Después la labor fue relativamente fácil, las 200 unidades que me habían sido concedidas las convertí en 200 familias; y las 200 familias se multiplicaron indefinidamente, con el simple procedimiento de no expedir salvoconducto o pasaporte alguno a favor de los judíos que llevase un número superior al 200», relató.

Sanz Briz se implicó también frente a las nuevas autoridades nazis, según explicó en declaraciones hechas a una revista de Jerusalén: «Al instalarse el nuevo ‘gautleider’ (jefe regional nazi) en 1944, le envíe una carta muy amable, y una importante suma de dinero, con el ruego de que fuese utilizada para ayudar a los refugiados de las zonas ocupadas por la Unión Soviética. Desde entonces conté con la ayuda y colaboración más decididas de esta importante autoridad, que dio orden expresa a sus milicianos de que respetasen a todos los edificios en los que apareciese un cartel indicativo de ser anejos o dependencias de la legación de España».

Eso explicaría que, frente a la poca credibilidad que las autoridades daban en aquel momento a los salvoconductos que podían comprarse en otras legaciones diplomáticas, los documentos que expendía la Embajada española casi las 24 horas del día eran respetados escrupulosamente.

El celo de Sanz Briz le llevó a sacar de los trenes que se dirigían a los campos de concentración a personas  que ya contaban con un documento emitido en la embajada.

El diplomático español, ayudado por un grupo de judíos amigos, alquiló varios edificios completos en Budapest, donde eran albergados todos aquellos ciudadanos que contaban con documentación española.

Quijano recuerda que su esposo ideó el método de las listas y las series para ampliar su cupo inicial de 200 documentos: «Por ejemplo, escribía: pasaporte número 50, serie A-1, luego serie A-2, y así hasta el final».

Nacido el 28 de septiembre de 1919 en Zaragoza, Sanz Briz ingresó en la Carrera Diplomática en 1933, y fue sucesivamente destinado a Egipto, Hungría, San Francisco (Estados Unidos), Washington, Lima, Berna, Bayona, Guatemala, La Haya, Bruselas y China, donde a partir de 1973 se convirtió en el primer embajador español en ese país.

En 1976 fue trasladado a la Santa Sede, donde falleció el 11 de junio de 1980.

Una larga y relevante vida diplomática, como recuerda su viuda, que no obstante añade: «Mi marido siempre me dijo que lo más importante que hizo en su vida fue el haber salvado de la muerte a tantísimos seres inocentes».

Especialmente relevante es para la familia San Briz el que el diplomático consiguiese salvar a un grupo de unos 500 niños judíos, enviándoles a Tánger, en aquellos años bajo control español.

La labor de Sanz Briz ha recibido numerosos homenajes póstumos, entre ellos los celebrados en Budapest en 1994, donde se le entregó a título póstumo la Cruz de la Orden del Mérito de la República Húngara, y en 1995, en la sinagoga de la Quinta Avenida de Nueva York, donde la comunidad judía de la ciudad recordó su labor a favor de los judíos húngaros.

Asimismo, el Museo del Holocausto nazi de Yad Vashem, en Jerusalén, descubrió en 1991 una placa en su memoria y le honró como «Justo de la Humanidad», máximo galardón que concede el Estado de Israel a quienes se distinguieron en favor de la comunidad judía durante la persecución nazi.

El embajador mexicano…

Figura muy relevante asimismo en la lista de Justos de la Humanidad es la del diplomático mexicano Gilberto Bosques, quien ayudó a judíos y a disidentes austríacos, así como a españoles, a salvarse del nazismo cuando era embajador de su país en Francia, entre 1939 y 1942.

En 1939, el presidente Lázaro Cárdenas pidió a Bosques que entrase en el servicio diplomático del país, en el que se comenzó como cónsul general en París y en Marsella (1939), en un momento en que un gran número de españoles buscaba refugio en Francia.

Bosques, fallecido en 1995 a los 103 años, decidió por su cuenta y riesgo salvar la vida a miles de españoles y a cientos de alemanes y austríacos.

En 1942, Bosques, su familia y el personal de la embajada, fueron entregados por el régimen de Vichy (Francia) a las autoridades del III Reich, que lo mantuvieron detenido en la localidad de Bad Godesberg (Alemania) hasta mediados de 1943.

En 1944, el diplomático mexicano pudo volver a su patria en un intercambio con prisioneros nazis en México, y desde entonces participó activamente en la vida política y cultural de los austríacos exiliados en México, el único país que protestó por la anexión de Austria a Alemania, ocurrida el 13 de marzo de 1938.

Tras la II Guerra Mundial fue nombrado ministro de la embajada de su país en Lisboa y después embajador en Estocolmo y en 1953, en Cuba.

Asimismo, Bosques contribuyó con su mujer a organizar el llamado «Comité de Socorro a Austria» que reunió y envió paquetes con alimentos y otros bienes al país centroeuropeo tras la caída del III Reich, en 1945.

Bosques era ya parte de la historia de México: tras participar en el revolución mexicana iniciada en 1910, fue uno de los diputados que redactó la Constitución Política de su país en 1917 y se destacó como pedagogo, político, periodista y diplomático, que le valió reconocimiento local e internacional.

Un paseo con su nombre en Viena mantiene hoy día viva en Europa la memoria de Gilberto Bosques.

 

El Diplomatico brasileño…

También en Francia desarrolló su labor el diplomático brasileño Luiz de Souza Dantas, embajador de Brasil en Francia durante la Segunda Guerra Mundial, que permaneció durante décadas en el anonimato y que en diciembre de 2004 recibió un homenaje en Nueva York.

El historiador brasileño Fabio Koifman ha desvelado en un libro la acción heroica del diplomático Souza Dantas, quien salvó la vida de cientos de personas que buscaban abandonar Francia tras la ocupación nazi.

Movido por lo que consideraba un sentimiento de misericordia cristiana, Souza Dantas otorgó visados a cientos de individuos que pudieron huir a Brasil pese a que desde el punto de vista del servicio de inmigración brasileño, eran indeseables.

Se trataba de judíos o personas que no se consideraban como tales pero, por tener antepasados judíos, eran clasificados así por el Gobierno alemán.

También había homosexuales y ciudadanos brasileños que habían luchado en el bando republicano durante la Guerra Civil española y huido a Francia, donde no podían trabajar ni abandonar el país ya que, por las leyes brasileñas de la época, habían perdido la nacionalidad.

Se desconoce el número exacto de personas a las que ayudó Souza Dantas, pero por los documentos que ha encontrado Koifman en una investigación que duró tres años, fueron al menos 500.

Las acciones ilegales del diplomático fueron investigadas por el Gobierno brasileño que, en diciembre de 1940, le prohibió expedir más visados, una función que, por otra parte, correspondía al cónsul, no al embajador.

Pese a todo, Souza Dantas continuó ayudando a los fugitivos, por ejemplo con visados a los que ponía una fecha anterior a la prohibición.

El Embajador, que tras las denuncias de irregularidades fue retirado del servicio diplomático, fue trasladado en enero de 1943, junto con el personal de la embajada, a Alemania, donde permaneció hasta su entrega a Brasil en un intercambio de brasileños por alemanes.

A su regreso a Brasil en 1944, vivió en el ostracismo, pero tras la caída del Gobierno del dictador Getulio Vargas fue el primer brasileño que se dirigió a la Asamblea General de la ONU, en 1946.

 

 

 Fotografia de algunos niños del Holocausto